Estimado don Miguel:
Hoy, día 23 de Abril, en el cuatrocientos aniversario de su muerte, me dirijo a usted con todo el respeto y la admiración que se le debe profesar a quien pese a los golpes y las vicisitudes de la vida logró crear la obra cumbre de la literatura, no solo española, sino universal.
El motivo de esta misiva no es otro que pedirle un favor. Un favor muy grande pero necesario para un país por el cual usted perdió la movibilidad de su brazo derecho. Anime usted a don Alonso Quijano, o don Quijote, como a usted guste de llamar, a salir de nuevo por carreteras y caminos a luchar contra las injusticias. Hoy día más que nunca lo necesitamos para que se enfrente a políticos corruptos, a la idiotez que nos adormece el alma a través de un narcótico llamado televisión, a patear en el culo las desigualdades, y a todas aquellas causas por las que un caballero andante daría la vida. Dígale que no importa las heridas, ni cuantas veces caiga, porque si vemos en él ese espíritu de lucha que posee quizás nos contagiemos, posiblemente viendo su ejemplo seremos muchos los que clamemos y luchemos por hacer de este un lugar más justo.
Por último ante de despedirme, pedirle disculpa porque como bien sabe usted mismo, España siempre fue una nación con la memoria muy corta a la vez que envidiosa del éxito del vecino,(a la vista que tuvieron que ser los ingleses quien le dieran lustre a su hidalgo), por no prepararle una conmemoración a la altura de Shakespeare con quien usted hablará allá donde se encuentre.
Sin más, siempre suyo,
uno de sus escuderos, con permiso del amigo Sancho Panza,
El Vendedor de Humos.
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