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lunes, 12 de diciembre de 2011

diario de una inquietud (decimoctava entrada)

DECIMOCTAVA ENTRADA

Como todo en esta vida es impredicible, pero si tan siquiera hubiese tenido la preocupación de mirar por la mirilla de la puerta no hubiese tenido problema alguno. Quizás la concentración de la redacción del descubrimiento de las riquezas me habían llevado a un nivel tal de relajación y de abstracción que no caía en la cuenta de saber nada sobre la identidad de quienes llamaban a la puerta.
Fue nada más entreabrir la puerta cuando dos hombres del este, muy posiblemente rumanos, se echaron sobre mi sin darme tiempo a reaccionar. Uno me dio un golpe fuerte en el rostro que me dejo tendido en el suelo. Abatido sobre el parquet de mi casa pude ver como empezaban a registrar todos los rincones de mi hogar en busca de cosas de valor, o al menos eso deduje. Pese a mi lamentable situación agradecí que Marian hubiese salido con una amiga a comprar ropa, pues pese a haber sido golpeado podía alegrarme al menos de que no fuesen a matarme, y fuesen simples ladrones, un tanto violento si, pero no unos asesinos a sueldo que podrían haber dañado a mi amor, hecho que jamás me perdonaría.
Cuestión de diez minutos más tarde de que se hubiesen marchado los cacos y que había podido incorporarme, llamé por telefono a la policia para dar parte del incidente, no lo hice a Marian para no preocuparle. Mientras esperaba la llegada de los nacionales me coloqué hielo para bajar la hinchazón del ojo.
-¿Cúantos objetos de valor se han llevado?-me tomaba declaración un agente de aire aburrido.
-¡Cómo quiera que lo sepa ahora mismo!-protesté.-Me preocupaba más ocuparme de mi ojo.-señalé la hinchazón.
-No se preocupe.-quizo tranquilizarme.-Solo era para tener un indicio a la hora de entrar en las casas ocupadas de los rumanos esos del barrio del Pelirón. Ahora mismo varios coches patrulla se dirige hacia allí.
-Lo que me resulta extraño es que hayan llegado a usar la violencia.-cuestionó otro agente.-Hasta ahora habíamos oído hablar de robos cuando no había nadie en casa por las noches, tirones, pero no el uso de la fuerza a plena luz.
-Eso son capaces de cualquier cosa. Vienen de paises donde todo vale...-reprochó el policia que me estaba tomando declaración.
Justo en ese momento entró con los ojos plagados de lagrimas Marian. Seguro que el hecho de ver agentes del orden en casa, le había hecho suponer lo peor:
-¡¿Pero que ha sucedido?!!-dijo mirando nuestra casa desarmada.-¿Te encuentras bien?-me abrazó tocándome con dulzura el ojo hinchado.
-Relajate no ha sido para tanto, solo un grupo de ladrones que han robado en casa.-le besé en la mejilla intentando tranquilizarla.
-¡Pero si tienes el ojo hinchado!-temblaba asustada.
-Me negaba a que se llevasen ese tanga negro que tanto me gusta...-me atreví a bromear quitándole hierro al asunto.
-Eres un cielo hasta en estos momentos.-me besó algo más relajada.-Eso si esta noche la pasaremos en un hotel...
-Señora un coche patrulla estará haciendo ronda continuamente por la zona.-intervino uno de los policias.
-Si hubiesen estado haciéndola el resto del día esto no hubiese sucedido.-le remprendió con mirada feroz.
-No te preocupes cariño, reservaré ahora mismo una habitación en el hotel Jerez.-quise zanjar la situación.
Son las tres de la madrugada, Marián duerme relajada entre las sabanas de la cama del hotel, mientras yo escribo esta entrada en el baño ya que necesitaba expresarlo, pero no solo el hecho, sino el motivo que no me deja dormir, y es que tal vez el director de la editorial, o mejor dicho el artista de la muerte, no pretenda matarme, sino tan solo se conforma con arrebatarme la fortuna encontrada, para quitarme los medios para poder hacer público sus crimenes escudados en el arte. Lo que no sabe que no los guardé en casa, sino en otro lugar mucho más seguro...

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